El día que Echo & The Bunnymen tocó en un festival electrónico
Este pasado jueves 6 de noviembre ocurrió uno de esos hechos que difícilmente vayan a borrarse de mi memoria, gracias a esto aumentaron mis ganas en un 0.03% de tener hijos sólo para contarles lo que pude presenciar esa noche. Fue una de esas tantas situaciones anecdóticas que solamente en Paraguay se suelen dar, un país acostumbrado a burlarse de sí mismo como terapia para aliviar el dolor.
Foto: Garzia Group.
Es que no tenía pensado ver a Echo & the Bunnymen y mucho menos en el contexto que se dio su show, teloneando a David Guetta en un festival de música electrónica comercial, el género de moda que siempre estuvo ahí y que ahora se sintetiza en tres letras. Una cosa es la diversidad musical y otra muy distinta hacer jugar de visitante a una banda con más de tres décadas de trayectoria, aunque tampoco para sentir pena por ellos ya que es probable (quiero creer) que eran conscientes de las condiciones en las que iban a tocar.
Los factores insólitos que rodearon a la primera presentación de la agrupación de Ian McCulloch en nuestro país: las primeras filas colmadas de jóvenes que fueron a ver al DJ francés y a Martin Garrix, el prodigio EDM de 18 años, 20:30hs. arranca Echo y la penumbra del escenario hacía juego con el silencio del público. Esperaba lo peor.
El inicio con “Do It Clean” entibió a las aproximadamente 10 mil personas que se encontraban en el Jockey Club, entre las cuales se podían contar unas cuantas almas bailando y cantando en el sector VIP. Si hubo agite en campo, Ian difícilmente lo haya divisado con esos lentes oscuros que llevaba puestos. En un par de ocasiones llegó a putear en medio de las canciones por el sonido que en líneas generales fue… bueno, lo que se le suele conceder a las bandas teloneras.
El escaso juego de luces durante todo el show de EATB fue decepcionante, por instantes no se veía a nadie arriba del escenario por culpa de la humareda artificial. Imposible creer que los encargados de iluminación lo hicieron a propósito para combinar con las canciones post-punk oscuras del grupo. A pesar de todo, los británicos hicieron un trabajo maravilloso que arrancó los aplausos de gente que los observaba con respeto y quizás un dejo de indiferencia. No los culpo.
En el repertorio desfilaron homenajes como su versión de “People Are Strange” de The Doors y un fragmento de “Take a Walk on the Wild Side” de Lou Reed. Al terminar de interpretar esto, McCulloch tuvo la inoportuna ocurrencia de preguntar si conocían al líder de Velvet Underground, a lo que sólo recibió unos tímidos alaridos mezclados con aplausos. El parecía que estaba encerrado en una burbuja, totalmente ido con un cigarrillo en la mano, entre tema y tema tiraba frases inentendibles en su inglés británico cerradísimo y agradecía en un deplorable pero a la vez simpático español.
La mejor parte llega hacia el final con la cautivante “Over the Wall” que asciende en intensidad hasta llegar a una cumbre de emoción inmensa. Para cuando le toca el turno a “The Killing Moon”, hasta el más ignorante de la primera fila sabe que está presenciando un momento irrepetible en la historia (o no), aquel single invencible de su cuarto álbum y que años más tarde fue rescatado por la película de culto, Donnie Darko.
La retirada no podía ser con otra canción más que “Lips Like Sugar”, única canción en la que se escuchó fuerte el acompañamiento del público en los coros, fue hermoso. El espectáculo que dieron los Echo estuvo a la altura de las circunstancias. Agradecimientos a quien corresponda por esta anomalía en el lineup del festival.