Juana Molina en Paraguay: un rito espiritual

Juana es una de esas pocas artistas que tuvieron que alejarse de su país de origen para alcanzar sus metas (es una historia interesante por si quieran googlearla). Está dando mucho de qué hablar alrededor del mundo gracias a su propuesta musical que se aleja un poco de las convencionalidades del formato canción, como ella misma pudo explicar en la conferencia de prensa que brindo el día previo al show, describió su música como una sensación envolvente en la que no se deben distinguir los elementos que la conforman.

Su último álbum, Wed 21 es considerado por muchos como uno de los mejores discos lanzados el año pasado, eso en cualquier lugar del mundo es sinónimo de entradas agotadas para ir a verla (este año viene de tocar en los festivales Vive Latino y Lollapalooza versión argentina), pero como sucedía siempre en la época pre-Internet, en Paraguay tardan un poco más en llegar las buenas nuevas, por lo que le quedo corta la cifra de aproximadamente 100 asistentes que fueron a verla anoche en sala García Lorca de la Manzana de la Rivera.

La velada empezaba con el trío denominado Movimiento Cancionista que lo conforman Banana Pereira (ex La Secreta), Neine Heisecke (Deliverans) y Mauri Rodas (Britranchera). Juntos propusieron versiones íntimas de canciones firmadas por los tres compositores en sus distintos proyectos, así es como fueron de la partida “Madera Nueva” de La Secreta, e inclusive se dieron el lujo de cerrar su repertorio con “La Murga del Chivo” de Dokma. Una propuesta que no incluye más que un par de guitarras y unos pequeños aditivos electrónicos para crear una atmósfera mucho más grande de lo que se ve arriba del escenario.

Minutos después aparece en escena la Juana acompañada de otros dos jovencitos a sus costados para acompañarla en esta ceremonia que estará marcada por la reverberación y varios picos altos de trance. Lo primero que hace al ubicarse en el centro del escenario es levantar a la gente que estaba adelante, esta no era una experiencia para vivirla sentada. Afina y empiezan a sonar los primeros chirridos del tema homónimo a su último disco, el sonido efectivamente tenía un efecto de 360º, como si fuera una bruja que lanzó un hechizo para que saliera su música por nuestros poros.

Le seguía la jazzera cuasi radioheana (?) “Eras” donde el público ya empezaba a balancearse como posesos de un ritual pocas veces visto por estos lados. En serio, les reto a buscar a alguien que haga algo parecido a lo que propone Juana Molina en nuestro país. Era Björk pero sin la extravagante indumentaria, aparte de contar con un humor muy natural (de hecho que unos cuantos la recuerdan más por hacer personajes cómicos en los 90s) que le salió a flote para salvar una pifiada que tuvo con el teclado al borrar el sample que iba a utilizar para una canción y al final terminó rellenando ese hueco con una hilarante zapada en la que hablaba de la cagada que acababa de cometer. Genia.

Se anima a jugar con su mayor virtud que es la voz que se manda, es sorprendente como en sus registros más altos no se parece en nada a una señora que ya haya alcanzado las cinco décadas. Esos estallidos que salen de su boca las procesa en múltiples capas hasta sonar como una orquesta coral como ocurre en “Un Día” en el que duplica su canto a horizontes impensados, todo sea por esos momentos cumbre de éxtasis a los que llegan casi la totalidad de sus temas.

La narcótica presentación llega a su fin tras una fugaz hora y dos bises incluidos. Esa inmersión espacial en la que fui sumergido durante todo ese tiempo me fue más que suficiente para elevar este show a la calidad de inolvidable. Oh Juana, manipuladora de sonidos gracias por la grata experiencia espiritual.

Comentá

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.